mardi, février 14, 2006

Regreso a la Tienda de Hilos


Hacía mucho tiempo que visitaba la tienda de hilos de don Nicolás. Me sentía protegida en el interior de aquella tienda.

Los hilos de colores, amontonados en diversos cajones, parecían estar atentos a todo lo que ocurría entre don Nicolás y sus clientes. Alguna que otra vez, llegué a pensar que los hilos hablaban con el dueño cuando no había nadie en la tienda a quien atender. Pero desechaba la idea, tan pronto como aparecía.

Dos meses después de mi última visita, volví a entrar. La "Pavana" de Faure me acompañó desde la puerta. Don Nicolás ya estaba poniendo la cafetera a funcionar, y mientras me quitaba el abrigo, para dejarlo en el respaldo de la silla, él me observaba desde el fondo de la tienda.

No esperé mucho tiempo, sólo me dio tiempo a recorrer con la mirada, los dos primeros muebles que tenían ordenados los hilos de colores calientes, desde las tonalidades más brillantes del amarillo, hasta el naranja más fuerte, casi llegando al rojo. Don Nicolás dejó la taza de café sobre la mesita, y cogiéndome las manos entre las suyas, me dijo que tenía la cara muy pálida.

-"¿Preocupada?"
-"No, don Nicolás, sólo un poco cansada."

Don Nicolás asintió con la cabeza, dio media vuelta, y se acercó a su silla. La apartó de la mesa, y antes de sentarse, metió su mano en el bolsillo de su vieja chaqueta marrón, y sacó la chocolatina, envuelta en papel rojo.

-"No pensarías que me había olvidado de tu chocolatina, ¿verdad niña?"

Le sonreí. Y volví la mirada hacia el mostrador. Antes no me había fijado, pero dos ovillos de lana estaban sobre la madera de roble del mostrador. Colores rojo y azul.

Una lágrima comenzó a caer lentamente.

Don Nicolás comenzó a hablar...

-"Veo, que te has dado cuenta del pequeño desorden que tengo montado en el mostrador. Esta mañana, me ha llegado un paquete lleno de ovillos de lana. De lana gruesa, especial para hacer jerseys, o bufandas. He comenzado a colocarlos en su sitio, uno encima de otro, cada uno en su cajón. Pero esos dos que ves, no han tenido sitio. Y los he dejado allí encima, esperando a que vinieras."
-"¿Me estabas esperando?"
-"En realidad, sí."

Había conseguido captar toda mi atención, le miraba fijamente, y, él, entre divertido y serio, continuó hablando...

-"Imagina que ambos ovillos de lana son personas. El de color rojo te caracteriza a ti, impulsiva, apasionada, soñadora, y activa. El ovillo de lana azul es de una persona tranquila, reflexiva, realista. Cuando ambos ovillos de lana se conjuntan pueden formar un hermoso jersey de estos dos colores, ahora una franja de color azul, y luego una de color rojo; o bien, el rojo y el azul unidos, formando una sola línea. En ambos casos, los dos colores han cedido parte de su independencia como color único, para juntarse con el otro color."
-"Sí, pero no sé que tiene que ver conmigo."
-"Oh sí, niña, claro que lo sabes, sino no habrías venido hoy, verdad?"

Volví a asentir con la cabeza, mientras le daba un sorbo a mi café. Las palabras de don Nicolás, y aquel maravilloso café me hacían sentir perfectamente en calma en mi interior.
Don Nicolás continuó hablando...

-"Ahora bien, cuando ambos colores se pelean, se puede hacer dos cosas, o tirar suavemente de un hilo, y esperar que el otro hilo recupere su posición inicial, o romper el hilo. Creo que estás aquí, porque tiraste demasiado del hilo azul. Y terminó rompiéndose."

Faure seguía sonando en mi cabeza. ¿Cómo podía ser que esas cuerdas siguieran sonando con esa intensidad dentro de mí? ¿Y cómo sabía don Nicolás todas aquellas cosas sobre mí?

Había hecho una pausa. Se había levantado para coger los dos ovillos de lana. Los trataba con suavidad, como si fueran sus propios hijos los que estuvieran acaparando el hueco de sus manos. Dejó sobre la mesa el ovillo de lana roja, y me tendió el de lana azul.

Lo cogí, y me encantó la exquisitez de su textura. Era un ovillo suave al tacto pero con un hilo fuerte y trenzado.

-"A prueba de tirones", me explicó don Nicolás.
Cogí el otro ovillo, era más áspero al tacto, el hilo era más delgado, y parecía que con solo tocarlo se pudiera romper.

-"A ese ovillo, le falta algo. Cada ovillo puede estar por separado, y no les ocurrirá nada malo, envejecerán, se tejerán una y otra vez, pero terminarán sus días tal y como ellos se conocen. Si se juntan, conocerán otras cosas, se complementarán, y, tal vez, sean más felices al tenerse el uno al otro, al poder rellenar los espacios que tiene cada uno. Pero, hay que saber cuando tirar de uno, o de otro, y cuando dejarlos estar."
-"Es todo un arte, don Nicolás. No sé si voy a saber. "
-"Claro que vas a saber, tontina, tan sólo debes ser tú misma, y dejar que el otro hilo te guíe por donde tú no sepas. Y también al revés. No lo olvides."

Después de esta conversación, le pagué los dos ovillos de lana, me los envolvió en un papel sedoso, y tras ponerlos en una bolsa de papel, se despidió de mí.

"Hasta la próxima vez, Marta."

1 Comments:

Blogger soledad said...

A veces es complicado ser uno mismo.

Este D. Nicolás, siempre tan cercano y cariñoso.

Besos.

1:35 PM  

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