mardi, avril 24, 2012

Paseo romano


“El Foro era el núcleo vital de la ciudad romana, el centro de la vida religiosa, civil, económica y política, así como de la administración municipal.
Generalmente se situaba en el cruce de los ejes viales principales de la ciudad: Cardo y Decumano, pero en Caesaraugusta el foro se desplaza hacia el Ebro, sin duda por la actividad mercantil que la propia vía fluvial debió de generar, siendo el centro receptor y distribuidor de las diferentes mercancías.
Los foros se organizaban a partir de un gran espacio abierto, pavimentados con grandes losas y rodeados de uno o varios pórticos circundantes, en torno a los cuales se distribuían los edificios más significativos: la Curia (edificio de carácter político), la Basílica (carácter jurídico y administrativo) y el Templo (carácter religioso). Junto a ellos estaban las tabernas, locales dedicados a usos comerciales, y otros edificios relacionados con la administración.”

Caesaraugusta, otro día de invierno


Mi querido Claudio,

El mercader Publius Cornelius acaba de pasar por mi casa. Constantina le ha abierto la puerta, y ha venido corriendo, cruzando todo el patio, gritando mi nombre, para entregarme tu respuesta. Se ha arriesgado a tener un castigo de mi tío, que como sabes, es muy estricto con el comportamiento que debe tener el servicio, pero, por fortuna para ella, mi señor tío había salido ya hacia las Termas Públicas.

No puedo decirte lo feliz que me siento de seguir tus trazos en el pergamino. Estaba ya preocupada, puesto que la primavera se acerca ya, y seguía sin noticias tuyas. Ayer, teníamos un día de descanso de la obra que representamos en el Teatro, y le pedí a Constantina que me acompañara a visitar el Foro. Oh, Claudio, cualquier cosa es posible allí: comprar y vender, comer algo, escuchar un discurso político, asistir a una ceremonia religiosa...

Se nota que han llegado buenos tiempos para la ciudad. Caesaraugusta está más resplandeciente que nunca. Tal vez sea debido a la primavera, o tal vez se deba a las mejoras que se han efectuado, como las Termas Públicas.

Y, no te preocupes, le transmitiré a mi tío, tus preciadas felicitaciones por su nuevo cargo. Él está contento, y ha construido una gran piscina porticada, donde se puede nadar al aire libre. Es realmente digno de visitarlas.

Ahora mismo, son las fiestas de la diosa Flora, ¿te acuerdas, Claudio? Mi tío ha pagado, estos días, las representaciones del teatro. Al ser la protagonista de la obra, y su sobrina favorita, -que no lo dice, pero lo sé-, me ha pedido que vaya a las termas para ponerme aún más guapa, con Selene, la esclava especializada en cuidar de mi belleza.

Al anochecer, y gozando del buen tiempo que hace estos últimos días, me acercaré a una de las orillas de esta bella ciudad, justo en una zona recta y resguardada, de aguas tranquilas, que he encontrado en mis largos paseos, tras un pronunciado meandro. Mi querido Claudio, voy a ser tus ojos en las siguientes líneas, para que a tu regreso, no te pierdas entre las calles.

La belleza de las estructuras que constituyen el límite nordeste del Foro hacen destacar el gran edificio de almacenaje, que pone en comunicación la orilla del Ebro con el Foro.

Orientada al río se desarrolla una bella fachada con arquerías, que permite acceder al vestíbulo del edificio monumental y salvar con escalinatas la diferencia de altura existente entre el puerto y la gran plaza del Foro.

Mi amado Claudio, echaré de nuevo una botella al río, con unas palabras escritas, para quien pueda recogerla, y leerla. Me divierte este juego, pero siempre me quedará la duda, de si alguien podrá leerme alguna vez.

Tengo que despedirme ya, me esperan en las Termas, para mi sesión de belleza. Trataré de hacerte llegar esta carta, con la máxima celeridad posible.

Tu siempre amada,

Elisea.

vendredi, avril 06, 2012

Memoria atrapada


De pie, con las manos sobre su pecho, mira hacia la lejanía, delante de ella, hacia el más allá. No hay nadie en el cementerio. Hasta los pájaros parecen haber huido de aquel lugar, y tan sólo sopla una ligera brisa, que juega con los bajos de su largo abrigo de tela oscura. Vagas sinuosidades que recorren el suelo en pequeños hoyos en el césped, y que circulan por el nublado cielo, en descansada comunión. Está allí, como cada año, por las mismas fechas, en el mismo lugar. Trata de aliviar su corazón, continuar en su vida, y buscar una explicación lógica a aquello que no lo tiene.

Él contempla su melancolía, apenas unos pasos más atrás. No es lejano a su dolor, y busca en las sombras de la espalda de ella, acercar su mundo al suyo propio, hacer desaparecer los colores, y enmudecer los sonidos. Su mirada contempla la dulzura de un atardecer de otoño, en colores ocres que se mueven hacia el horizonte, para desaparecer en la oscuridad de los pensamientos. Sus oídos buscan el susurro que se escape de la tierra removida de los caminos, y que acallen voces en su cabeza.

El grafismo de su tristeza se entremezcla con recuerdos que vienen y que van, con rocas bajo un acantilado, y con árboles inmensos que se entrecruzan en un bosque. Con risas de un pasado, convertidas en lágrimas del presente, que se van acallando cada día, y cada noche. Sus hojas de otoño terminarán por quedar sepultadas bajo más hojas, y barro, sus amores de primavera quedarán sumidos en el silencio, mientras los colores desaparecen poco a poco, difuminándose en la niebla que se acerca, y sólo su sonrisa, enmarcada por las arrugas simpáticas de sus ojos, y por los hoyuelos en sus mejillas, será testigo del enmudecimiento de su memoria y sentidos.

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